La historia económica de los Estados Unidos puede dividirse en dos grandes etapas después de la guerra civil americana. El punto de unión entre ambas se puede situar entre finales del siglo XIX y principios del XX. Coincide este momento con la consagración de la nación americana como gran superpotencia. En la primera, hay dos características fundamentales:
- El constante y prolongado aumento del producto interior bruto del país
- Los recurrentes fracasos económicos en las empresas vinculadas de una forma u otra al ferrocarril.
En la segunda etapa, desde principios del siglo XX hasta nuestros días viene marcada por dos nuevas constantes:
- El liderazgo económico del mundo, con sus ventajas y exigencias sobre la política económica doméstica.
- Los escándalos y crisis periódicas ligadas al sector inmobiliario.
Como en otras partes del mundo, el gasto que hace una familia americana en la compra de su casa, suele ser el de mayor alcance. La casa es el icono del sueño americano y su concreción más clara. Esto ha atraído al sector financiero a explorar las oportunidades de negocio que abre esta importante necesidad.
Tradicionalmente el sistema financiero americano ha distinguido entre banca de ahorro familiar y banca de tipo industrial.
La primera dedicada fundamentalmente a captar ahorro y servirlo en forma de créditos o hipotecas. Siempre al mismo tipo de cliente que le dejaba el dinero. Muchas instituciones financieras de este tipo estaban asentadas en un espacio geográfico reducido. Su mercado era local y podrían compararse a las cajas de ahorro españolas en ese sentido.
El segundo tipo de banca mucho más orientado hacia la inversión captaba el dinero clientes con perfiles más inversionistas. Y se dirigía la actividad de esta banca lógicamente hacia el floreciente sector industrial americano.
Manteniéndose ambas a una distancia prudencial se evitaban en muchos casos dificultades económicas a la banca más local.
Pero, todo esto fue cambiando a finales de los ochenta del siglo pasado. El crecimiento demográfico y la inmigración de la nación americana hicieron del sector inmobiliario, un filón económicamente inagotable. La crisis de otros sectores industriales empujadas por el avance asiático fueron trasladando los negocios de las fábricas a la construcción.
Fannie Mae y Freddy Mac, son entidades semipúblicas que deberían garantizar la solvencia del 50% por ciento del sector hipotecario americano. Estos curiosos nombres vienen de una deformación popular de sus nombres correctos, respectivamente: la Federal National Mortgage Association (FNMA) y Federal Home Loan Mortgage Corporation (FHLMC).
Con la complicidad de importantes personalidades del poder político, fueron tejiendo una red de productos financieros inmobiliarios (todos de dudosa solvencia pero suficientemente atractivos sobre las demás alternativas). Las famosas hipotecas suprime se hicieron populares y el sector financiero se contaminó completamente.
En 2006, ya había indicios suficientes para saber que el sistema creado por estas compañías no tendría un buen final. En 2008, con las quiebras de importantes bancos dejó todo al descubierto y sin posibilidad de aplazamiento. El gobierno americano se vio obligado a intervenir.
La elección de dejar caer algunos bancos extendió los efectos de la crisis como una mancha de aceite sobre toda la economía mundial.
La cobertura mediática de las noticias que generaba esta crisis sin precedentes fue sembrando de “cadáveres políticos” la clase dirigente americana. Aún hoy se pueden apreciar sus efectos.
El sector inmobiliario ha demostrado ser un importante factor de desarrollo económico que traslada grandes beneficios a toda la economía. Pero la experiencia demuestra el daño que pueden hacer las deficiencias en su gestión y la intervención poco ética e interesada de algunos de sus agentes.